domingo, 10 de abril de 2011

CARMEN

CARMEN
Manuel García Sesma, México, 1962


Interpretación etimológica del nombre de Carmen



La palabra Carmen tiene tres etimologías diferentes: una, árabe; otra, sánscrita; y la tercera, hebrea. Del árabe carm, que significa viña, procede el provincialismo castellano carem, que, en Granada, quiere decir “quinta o huerto con jardín, que sirve para recreo en el verano”, según la definición del Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua. En este sentido, empleó la palabra carmen Don Armando Palacio Valdés, en su novela Los Cármenes de Granada, aparecida en 1927. Del sánscrito kasman, que significa relato, canto, se derivó la palabra latina carmen, cuya forma primitiva fue seguramente casmen, y que también es un nombre común, que quiere decir poema, canto. En tal sentido, lo empleó Horacio, en su famoso Carmen saeculare, compuesto en el año 17 de nuestra era, para servir de himno oficial en los Juegos seculares o Ludi saeculares, celebrados en Roma, aquel año.
Finalmente del hebreo karmel proceden los nombres propios de Carmelo, Carmela, Carmelita, Carmen y Carmina, tan corrientes en los países de habla española. Ahora bien, la palabra karmel es una contracción de kerem, viña, y de El, apócope de Elohim, Dios o el Señor, significando, por consiguiente Viña del Señor. También significa por extensión jardín o parque; pero indudablemente el verdadero significado etimológico del nombre de Carmen es el primero. Además es el que concuerda precisamente con las noticias que nos suministra el Antiguo Testamento, sobre la montaña y la antigua ciudad judía del Carmelo, la cual estuvo enclavada en la tribu de Judá y situada a 15 kilómetros al este de Hebrón. Esta ciudad todavía existía en tiempos de las Cruzadas, y sus ruinas están situadas en el lugar denominado actualmente Kurmul o Kermil, en Jordania. En efecto, según el Libro Primero de Samuel, cap. 25, en esos parajes, tuvo sus posesiones el rico y borracho hacendado Nabal; esposo de Abigail; y según el Libro II de las Crónicas, cap. 26, allí mismo cultivó más tarde sus viñas el buen Rey de Judá, Ozías o Uzzías.
De todos modos, los nombres de Carmen, Carmela, etc., que llevan tantas mujeres, son única y exclusivamente en honor y recuerdo de la Madre de Nuestro Señor Jesucristo, bajo la advocación católica de Nuestra Señora del Monte Carmelo o simplemente de la Virgen del Carmen, como dice el común de los fieles.

El Monte Carmelo y la Virgen del Carmen

Ahora bien, el fundamento primero de la devoción a la Virgen María, bajo la advocación de Nuestra Señora del Carmen, hay que buscarlo en el carácter sagrado que los judíos primero, y los cristianos más tarde, atribuyeron, desde hace siglos, a la montaña del Carmelo, pequeña cordillera de Palestina, llamada en árabe moderno Djebel Mar-Elías, es decir, Montaña de San Elías. En ella hay numerosas cuevas que sirvieron, en otro tiempo, de refugio a los fugitivos y a los ascetas. Y justamente la más famosa de ellas, es la que, según una tradición, habitó el profeta Elías, del que nos cuenta tan estupendas maravillas el Libro I de los Reyes, en sus cap. 17, 18, 19. Mide esta cueva 20 pasos de largo, por 15 de alto y de ancho, y los cristianos la llaman Escuela de los Profetas, mientras que los musulmanes la conocen por el nombre de la Gruta del Hijo del Profeta. Según una tradición, por lo demás, muy poco verosímil, ya en vida de Jesucristo, se reunían en esta Montaña algunos cristianos, para honrar a la Virgen María. Pero lo cierto es que la devoción a la Madre de Dios, bajo la advocación de Nuestra Señora del Monte Carmelo, se debe a la Orden mendicante de los Carmelitas.

La Orden de los Carmelitas y el culto a la Virgen del Carmen

La Orden de los Carmelitas nació precisamente junto a la Gruta de Elías, siendo fundada, hacia el año 1155, por el monje calabrés, San Bertoldo, hijo del Conde de Limoges, el cual, con 10 compañeros, estableció allí un pequeño eremitorio, que fue la primera comunidad de Carmelitas. Sin embargo, la primitiva Regla de la Orden no fue compuesta, hasta medio siglo más tarde, por el Venerable Alberto de Vercelli, Patriarca de Jerusalem, quien murió en 1214.
Pues bien, los Carmelitas fueron los que, desde el nacimiento de su Orden, empezaron a propagar la devoción a la Virgen María, bajo la advocación de Nuestra Señora del Monte Carmelo. El principal impulso a esta devoción lo vino a dar el monje inglés, San Simón Stock, uno de los primeros Generales de la Orden, con la feliz introducción del Escapulario de la Virgen del Carmen, el cual, según la relación de la Orden, le fue entregado personalmente por la Madre de Dios, en el curso de una aparición, ocurrida en 1251. Tiempos después, las mujeres cristianas de Occidente empezaron a usar, no solamente el escapulario, sino el nombre mismo de Carmen, como prenda de salvación eterna.
En España, la Orden de los Carmelitas, y con ella, el culto a la Virgen del Carmen, penetraron, a principios del siglo XIII, gracias a Arnaldo de Navata, señor de Peraleda, quien fundó, en esta pequeña localidad de la provincia de Gerona, el primer convento de la Orden, en 1206. No tardó en propagarse con éxito, al resto de los Estados cristiano de la Península, arraigado esta devoción de tal modo en el pueblo ibérico, que, siglos después, la Virgen del Carmen fue convertida en la Patrona de la Marina española.

En México, no penetró hasta principios del siglo XVII.

En un principio, la Orden de los Carmelitas comprendía únicamente varones, hasta que, en 1451, se fundó el primer convento de monjas, las cuales no tardaron en ejercer una influencia decisiva en la marcha de la Orden. Conocido es el papel importante que, un siglo más tarde, desempeñó en la reforma de los Carmelitas, la insigne escritora castellana, Santa Teresa de Jesús, secundada por su correligionario, San Juan de la Cruz. Iniciada dicha reforma en 1562, fue confirmada por el Papa Pío IV en 1565, con lo cual quedó consumada la división de los Carmelitas en Descalzos y Calzados.
         En Francia, hubo una Orden Militar de Caballeros de Nuestra Señora del Monte Carmelo, fundada por Enrique IV, en substitución de la de San Lázaro, suprimida por el mismo Monarca. Dicha Orden fue aprobada por el Papa Paulo V y disuelta por la Revolución Francesa en 1790.
         Finalmente, a semejanza de las demás Órdenes mendicantes, los Carmelitas instituyeron asimismo su Orden Tercera, la cual fue aprobada por el Papa Sixto IV, en el siglo XV:

La “Carmen” de Mérimée.

         El nombre de Carmen, ya bastante propagado en Occidente, acabó de popularizarse mundialmente, en el siglo XIX, gracias a dos famosas obras francesas: la novelita “Carmen” de Mérimée et la ópera “Carmen”, de Bizet.
         Prosper Mérimée fue un distinguido abogado, político, literato y crítico de arte, nacido en París en 1803 y muerto en Septiembre de 1870, en Cannes, donde acababa de refugiarse, después de la rendición de Sedán y el hundimiento subsiguiente del Segundo Imperio. Fue un personaje curiosísimo, mezcla de hombre mundano y erudito, conservador en política y ateo en religión (ni siquiera llegó a estar bautizado), de apariencia impasible y cierto fondo sentimental. Aprendió el español por pura curiosidad y llegó a ser el mejor hispanista extranjero de la época. Aun antes de haber traspasado la frontera de los Pirineos, empezó a escribir sobre temas españoles. Su debut en la literatura fue precisamente con una obra pseudo-española: el Teatro de Clara Gazul, colección de pequeñas obras cómicas, bastante bien ambientadas y atribuidas a una supuesta actriz española de dicho nombre. A partir de este momento, nunca se desmintió su afición a los temas españoles. En 1829, volvió a publicar otra obrita de asunto español: La perla de Toledo, y al año siguiente, hizo su primer viaje a la Península. Resultado inmediato de esta excursión fueron sus notables Lettres d´Espagne (Cartas de España), publicadas en la Revue de Paris, y su amistad con la artistocrática familia de los Montijo, que tanto le benefició más tarde, al convertirse Eugenia de Montijo en Emperatriz de Francia, en 1853. En 1835, apareció su bellísima leyenda Las almas del Purgatorio, y en 1840, volvió de nuevo a España. Fruto de este segundo viaje fue su célebre “nouvelle”, titulada Carmen, publicada en 1845, y su documentada Historia de don Pedro I, Rey de Castilla, aparecida en 1848. Además escribió bastantes artículos de crítica literaria española, sobresaliendo los dedicados a Miguel de Cervantes.
         Ahora bien, de todas sus obras de ambiente español, la que más celebridad alcanzó, fue Carmen. Su argumento es bien conocido. Se reduce, en síntesis, a la tragedia de un brigadier de caballería, llamado don José Navarro, vasco, buen cristiano y hombre honrado, hasta que ... tiene la desgracia de enamorarse de una hermosa y casquivana gitana de Sevilla, llamada Carmen. Por su amor, don José comienza por faltar a una consigna militar, comete luego un crimen, deserta a continuación del Regimiento de Almansa en el que estaba destinado y, para escapar a la acción de la Justicia, él y la gitana se fugan a la Sierra, donde entran a formar parte de una cuadrilla de contrabandistas. Pero Carmen es tornadiza y no tarda en desviarse de su amante, para caer en los brazos de un picador de toros, llamado Lucas, a quien ha conocido en las corridas. Don José trata desesperadamente de recobrar su amor, y al no conseguirlo, asesina a la gitana, en un desfiladero de la sierra. Enseguida, la entierra en una tumba que cava allí mismo, y a continuación, se entrega al Justicia, para ser ahorcado.
La novelita es coloreada, concisa, penetrante y llena de vida, destacándose especialmente en ella la vigorosa personalidad de Carmen, mujer guapa y simpática, apasionada e instintiva, que, de cara a la muerte, la desafía gallardamente, en defensa de su libertad personal. Ella sabe perfectamente que don José está dispuesto a matarla, si no vuelve a él, y sin embargo, arroja despreciativamente a la maleza el anillo que le regaló el pobre brigadier, al mismo tiempo que le dice brutalmente: “No; ya no te quiero. Puedes matarme: es tu derecho. Pero yo nací libre y moriré libre”. Y en efecto, don José la cose allí mismo a puñaladas.
El éxito internacional de Carmen, sobre todo, a través de la ópera de Bizet, estrenada treinta años más tarde, no solo contribuyó a popularizar mundialmente el nombre de Carmen, sino también a formar una opinión equivocada de la mujer española, en las naciones extranjeras, donde todavía hay mucha gente ingenua, que continúa en la creencia errónea de que todas las españolas son tan bravas y apasionadas como la novelesca gitana. Recuerdo que en 1940, encontrándome a la sazón en Francia, un joven del Maine et Loire me preguntó un día, con toda seriedad, si era verdad que las mujeres españolas llevaban en la liga una navaja!!!
-         Cierto - le dije con sorna; y si se enamora usted de alguna muchacha española, tenga buen cuidado de cómo la trata, porque, si pretende burlarse de ella, le hará el harakiri con su navaja...

La Carmen de Bizet


A base de la novelita de Mérimée, los escritores teatrales franceses Henri Meilhac y Ludovic Halevy compusieron el libreto de la popular ópera en cuatro actos, titulada Carmen, con música de Georges Bizet. La obra fue estrenada en el Teatro de la Opera Cómica de París, el 3 de Marzo de 1875, y sus principales intérpretes fueron Madame Galli Marie, en el papel de Carmen; Mademoiselle Chapuy, en el de Micaela; y Mr. Duvernoy, en el de don José.
El libreto de ópera no sigue fielmente el texto de Mérimée, sino que atenúa su violencia, dando solo una imagen pálida y descolorida de la heroína. Además difiere en muchísimos detalles. Por ejemplo, la Carmen de la ópera no es una gitana, como la de la novela, sino una cigarrera de la Fábrica de Tabacos de Sevilla. Don José tampoco es un brigadier del Regimiento de Almansa, sino un sargento de Dragones del Regimiento de Alcalá. El último amor de Carmen tampoco es el picador don Lucas, sino el matador Escamilla. Y por fin, la casquivana hembra tampoco es asesinada por don José, en un desfiladero solitario de la Sierra, sino a la puerta de la Plaza de Toros de la Real Maestranza de Sevilla, donde acaba de triunfar su último amante.
         El estreno de la Opera resultó un semi-fracaso y el infortunado compositor murió a los tres meses exactamente del estreno, cuando solo tenía 37 años. No faltó quien dijera que murió de pesar, por la incomprensión de la crítica y del público. En efecto, la crítica se cebó despiadadamente con la obra y con el autor, y el público, acostumbrado a la musiquilla ligera y decadente de las óperas italianas, no supo apreciar el valor de aquella obra pintoresca y magnífica, la cual figura hoy día indefectiblemente en el repertorio de todas las compañías de ópera del mundo. Esto quiere decir que, como ocurre siempre, la posteridad acabó por hacer justicia a Bizet; pero demasiado tarde para el artista...
         Como si el maleficio de Carmen se transmitiera a sus intérpretes, algunas de ellas sufrieron, en el transcurso de los años, curiosos percances. El más trágico fue el de la cantante Loretta Louquet, la cual apareció estrangulada, en una de las habitaciones del hotel más lujoso de Viena, al día siguiente de haber cantado la célebre ópera.

Otras Carmenes literarias y musicales


Sería el cuento de nunca acabar el enumerar todas las obras literarias, protagonizadas por alguna Carmen, y las musicales, inspiradas por mujeres de este nombre. Nos contentaremos, pues, con recordar otras dos célebres: la Carmiña de “La Casa de la Troya” y “María del Carmen de Granados.”

La “Carmiña” de la “Casa de la Troya”


La Casa de la Troya es una estupenda novela española, de ambiente estudiantil, aparecida en 1915. Su autor es Alejandro Pérez Lugín, antiguo redactor de La Libertad de Madrid. Su éxito fue tan rotundo que fue premiada por la Real Academia Española de la Lengua y logró, solamente en los cinco primero años, después de publicada, nada menos que veinte ediciones. Manuel Linares Rivas la llevó al teatro, con análogo resultado, y el cine se apoderó asimismo de su argumento, haciendo dos versiones: una muda y otra hablada [1].
Su acción se desarrolla en el medio universitario de Santiago de Compostela y es una pintura maestra y chispeante de la vida de los estudiantes, en aquella vieja ciudad gallega. La principal figura femenina es una hermosa y encantadora muchacha, llamada Carmiña, la cual acaba casándose con uno de los estudiantes más simpáticos de la novela.

“María del Carmen” de Granados


Es una ópera del malogrado compositor español Enrique Granados, muerto trágicamente con su mujer, en el torpedeamiento del Sussex, en 1916. El libreto fue escrito por José Felíu y Codina, y su argumento es un drama de amor y de violencia, que tiene por escenario la maravillosa huerta de Murcia, y por protagonistas, a una mujer hermosa, llamada María del Carmen, y a dos rivales enconados que se la disputan: Javier y Pencho. Javier queda fuera de combate y Pencho huye con María del Carmen, antes de caer en manos de la Justicia.
Para Henri Collet, “María del Carmen” es la mejor obra dramática de Granados, comparándola Joaquín Malats a la “Carmen” de Bizet. Con ocasión de su estreno, la Reina María Cristina impuso personalmente a Granados la Cruz de Carlos III. Dicho estreno se verificó en Madrid, en 1896.

Las Cármenes cinematográficas


Un argumento tan excelente como el de “Carmen” – de Mérimée o de Bizet – no podía menos de tentar a los cineastas y de ser llevado a la pantalla, y en efecto, lo ha sido varias veces: en el cine mudo y en el cine hablado. Una de las versiones cinematográficas más notables – y la más fiel al texto de Mérimée – es la que protagonizó, hace ya años, la famosa artista francesa, Viviane Romance [2].
Ultimamente Sarita Montiel ha protagonizado la película Carmen la de Ronda, que es otra versión de la mujer fatal española, aunque no del género recio de la “Carmen” de Mérimée.

Las Cármenes en la pintura


Al abordar el tema de las Cármenes en las artes plásticas, es preciso distinguir entre las Cármenes religiosas y las profanas. Las reproducciones de la Virgen del Carmen en cuadros, retablos y murales de las iglesias católicas, se cuentan por millones. Así, pues, citaremos únicamente dos importantes: una, extranjera y otra, mexicana.
La extranjera es el famoso y suntuoso cuadro de “La Virgen del Carmen” del pintor italiano, Giovanni A. Pordenone: obra que es al mismo tiempo una apoteosis de la Orden de los Carmelitas. Pordenone vivió en el siglo XVI y fue uno de los jefes de la Escuela Veneciana. Su obra es hoy día propiedad de la Real Academia de Venecia.
La mexicana es “La aparición de la Virgen del Carmen a San Elías”, la cual se encuentra en la iglesia del Carmen de Celaya.
Entre las profanas, citaremos únicamente tres: I) La Carmen del pintor vasco, Ignacio de Zuloaga, el cual tomó como modelo a la notable artista francesa, Mademoiselle Lucienne Breval, intérprete de la ópera “Carmen”. Dicho cuadro se encuentra actualmente en el Museo Metropolitano de New-York; 2) la Carmencita del pintor americano, John S. Sargent: hermosa, altiva, elegante y retadora. La pintó después de un viaje a España y fue adquirida por el Museo del Luxemburgo de París, donde se encuentra en la actualidad. Añadamos como dato curioso que el Estudio para Carmencita, que hizo previamente Argent, fue vendido, después de su muerte, en cinco mil cuarenta libras esterlinas; 3) la Carmen del pintor sevillano, Gonzalo Bilbao, envuelta misteriosamente en un mantón, que solo deja ver una cara bonita y pícara, iluminada por una sonrisa y unos ojos negros provocadores.

Las Carmenes en la escultura


Lo que hemos dicho de las reproducciones pictóricas de la Virgen del Carmen, se aplica exactamente a las reproducciones escultóricas; es decir, que su número es sencillamente incalculable. Así, pues, limitándonos exclusivamente a las mexicanas, diremos que las más dignas de mención, por su valor artístico, son las imágenes existentes en las iglesias del Carmen de México y Puebla, ambas debidas al escultor poblano del siglo XVIII, José Antonio Villegas Cora; así como la imagen de la iglesia del Carmen de Guadalajara, esculpida por el artista de Querétaro, Mariano Perusquía, quien vivió asimismo en el siglo XVIII.

Las Carmenes en la arquitectura

Aunque hay muchos edificios y hasta palacios, bautizados con el nombre de Carmen, nos vamos a referir exclusivamente a los de carácter religioso. Ahora bien, ¿quién podrá contar los templos, capillas y santuarios, erigidos en honor de la Virgen del Carmen en toda la cristiandad...? Nos limitaremos, como en la escultura, a los más importantes de México: los de Celaya, San Luis Potosí, México y Guadalajara.
El más notable, sin discusión, es el Carmen de Celaya. Se trata de un monumento original, con su única torre descansando al eje y al frente de la nave, sobre el pórtico dórico de la entrada. Sus formas son vigorosas, al par que elegantes, destacando su magnífica cúpula de azulejos. Es de tipo neoclásico y fue construida en 1802 a 1808, con un costo total de 224.500 pesos. Su arquitecto fue el criollo celayense Francisco Eduardo Tregueras (1759-1833).
Le sigue en importancia la iglesia del Carmen de San Luis Potosí, uno de los ejemplares más acabados del barroco mexicano. Aunque su fachada principal es ya de por sí original, con todo, la más bella es la portada interior churrigueresca, tan maravillosa como un gran retablo dorado. En el interior, sobresale, por su ornamentación recargada, la capilla de las Animas; y en el exterior, llaman la atención sus vistosas cúpulas de azulejos policromados, a estilo mudéjar, coronadas por sendas linternas. Data del siglo XVIII.
La iglesia del Carmen de México es bastante inferior y sobre todo, está peor conservada. La primitiva de la Orden Tercera fue hecha de artesón, sustituido después con bóvedas, y estrenada el 14 de Octubre de 1742.  Deteriorada enormemente en el siglo XIX, fue reconstruida de 1900 a 1903. En realidad, lo más notable del exterior son sus tres hermosas cúpulas recubiertas de azulejos poblanos policromados y en el interior, la capilla del Cristo de Contreras, de tipo plateresco. Su arquitecto fue Fray Andrés de San Miguel. El convento adyacente está convertido actualmente en Museo, siendo lo que más atrae a los curiosos y a los turistas, no precisamente sus cuadros, sino las momias que se exhiben en un subterráneo del mismo.
Del Carmen de Guadalajara solo es realmente interesante su interior romano bizantino, con hermosa nave y elevada bóveda. El exterior no tiene importancia, pues sus mismas torres son poco graciosas.

Las Carmenes escritoras


¿Cuántas Cármenes han sobresalido como literatas, en España y en Hispanoamérica...? No hay una cuenta exacta; pero voy a mencionar someramente a unas cuantas.

Carmen de Burgos

Española. Nació en Almería en 1879 y murió en Madrid en 1933. Fue profesora de la Escuela Normal Central y popularizó en la prensa su seudónimo de Colombina. Entre sus obras se cuentan Los Inadaptados, Cuentos de Colombia, Ensayos literarios, El veneno del arte, Ellas y ellos, Senderos de vida, Alucinación, El voto de la mujer, El divorcio en España, etc.

Carmen A. Cadilla

Portorriqueña. Nació en Arecibo en 1906 y se ha distinguido como poetisa. Figuran entre sus obras Los silencios diáfanos, Lo que tú y yo sentimos, Canciones en flauta blanca (con prólogo de Gabriela Mistral), Raíces azules y otras.

Carmen Conde
Española. Nació en Cartagena y se ha distinguido como poetisa y como prosista. A veces ha usado el seudónimo de Florentina del Mar. Es autora de Ansia de la gracia, Honda memoria de mí, En manos del silencio, Mujer sin Edén (1947), etc.

Carmen Gándara.
Es una novelista argentina contemporánea, aficionada a los análisis psicológicos, que restan a veces claridad a sus relatos. Es autora de la colección de cuentos El lugar del diablo (1948) y de la novela Los espejos (1951).

Carmen Lira

Es el seudónimo de la escritora costarricense María Isabel Carvajal (1888-1949). Carmen Lira recogió admirablemente las tradiciones de la gente humilde de su país en Los cuentos de La tia Panchita (1936).

Carmen Laforet
Novelista española contemporánea. Nació en Barcelona en 1921 y cursó las carreras de Filosofía y Letras y de Derecho. Su primera obra, Nada, obtuvo el Premio Nadal de 1944 y el Premio Fastenrath de la Real Academia de la Lengua.

Carmen de Icaza

Novelista y autora teatral española. Nació en Madrid y es hija del escritor y diplomático mexicano, Francisco A. de Icaza. A los 17 años, escribió la novela La boda, a la que siguieron ¡Quién sabe!, Soñar la vida, El tiempo vuelve, etc. En el teatro, estrenó Cristina de Guzmán (1939), Frente a frente (1941), Vestida de tul (1944), etc.

Carmen Toscano
Mexicana. Nació en el Distrito Federal en 1910. Dirigió la revista Rueca y se ha distinguido como poetisa en Trazo incompleto, Inalcanzable y mío, etc. En 1950, coordinó y produjo la película documental histórica Recuerdos de un mexicano.

Carmen Sylva

Finalmente, aunque no se llamara Carmen ni fuera escritora de lengua española, merece una mención de honor la Reina Isabel de Rumanía, por haber popularizado mundialmente su seudónimo literario de Carmen Sylva.
Nació en Neuwied (Alemania), en 1843, y en 1869, se casó con el entonces Príncipe y luego Monarca, Carlos I de Rumanía. Fue una mujer cultísima, pues hablaba y escribía el alemán, el rumano, el francés y el inglés, distinguiéndose como escritora, tanto en prosa como en verso. En verso, escribió Tempestades, Patria, etc.; y en prosa, Pensamientos de una Reina, Memorias y diferentes novelas: estas últimas en colaboración con su azafata, Mite Kremnitz.

Las Carmenes artistas


Las artistas célebres que han llevado el nombre de Carmen, son numerosas. Limitándonos nada más que a las españolas del siglo actual, mencionaremos las siguientes:

Carmen Cobeña
Actriz. Fue esposa del dramaturgo y escultor, Federico Oliver, y sobresalió igual en el drama que en la comedia, en el repertorio clásico como en el moderno.

Carmen Díaz

Actriz. Cultivó de preferencia la comedia moderna, ascendiendo al primer plano de la fama con Los Mosquitos y Mi mujer es un gran hombre.

Carmen Carbonell
Actriz. Se casó con el actor Antonio Vico y ambos formaron la compañía Carbonell-Vico cuyos triunfos se contaron por representaciones. Se empezó a hacer famosa con la comedia de Jacinto Benavente, No quiero, no quiero, y con la obra de Eduardo Marquina, La ermita, la fuente y el río.
Otras actrices notables han sido Carmen Moragas, favorita del Rey Alfonso XIII; Carmen Montejo, radicada en México; y Carmen Seco.
Como canzonetistas, hay que mencionar a Carmen Flores, que alcanzó gran boga en los tiempos del cuplé; y actualmente, a Carmen Morell, “partenaire” de Pepe Blanco; y a Carmencita Sevilla, que brilla además como estrella cinematográfica.
Finalmente como bailarinas, hay que nombrar a Carmen García, la cual fue “partenaire” del genial Vicente Escudero; y a Carmen Amaya, indiscutible faraona del baile gitano, fallecida en 1963.

Hasta un Carmen artista.
En efecto, no todas las personas bautizadas con el nombre de Carmen, pertenecen al bello sexo, sino algunas, aunque raras, al sexo fuerte. Un ejemplo notorio es el del popular director de orquesta americano, Carmen Dragon, director de la Hollywood Bowl Symphony Orchestra y conocidísimo por sus numerosas grabaciones de música clásica y semi-clásica, para la marca de discos Capitol.

Las Carmenes geográficas y hasta astronómicas.

Es curioso el número elevado de lugares geográficos (pueblos, montes, ríos, lagunas, minas, haciendas, etc.), bautizados con el nombre de Carmen, en España y en Hispanoamérica. Asciende, por lo menos, a varios centenares. Donde más abundan, es en Argentina, Perú y, sobre todo, en México. En efecto, en la República Mexicana, llevan el nombre de Carmen dos islas: una, en la costa de Campeche; y otra, en la de Baja California; dos sierras: una, en Coahuila; y otra, en Chihuahua; un río en Chihuahua; varios pueblos, en los Estados de Tlaxcala, Coahuila y Nuevo León; y más de 70 ranchos, caseríos y haciendas, diseminados en casi todos los Estados de la República, especialmente, en Chiapas y en Tabasco.
La localidad más importante es la isla y ciudad del Carmen, en la costa, del golfo de Campeche. Fue descubierta en el siglo XVI, por Antón Alaminos, quien le dio el nombre de isla de Tris. Pero se le cambió posteriormente por le actual, en recuerdo de la victoria obtenida por los españoles contra los piratas, el día de la Virgen del Carmen, 16 de Julio de 1718.

Ni que decir tiene que el número y plazas que llevan asimismo en México el nombre de Carmen, es sencillamente incalculable. Solamente en el Distrito Federal, se conocen con este nombre una colonia, cuatro calles y una plaza.
Por lo demás, hasta en el firmamento anda rodando una Carmen. Se trata del asteroide número 558 del Catálogo, el cual fue bautizado 1905 QB Carmen. Lo descubrió, desde el observatorio de Heildeberg, el astrónomo alemán Wolf, el 9 de Febrero de 1905 y sus elementos fueron determinados, a continuación, por el astrónomo Berberich.


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