domingo, 10 de abril de 2011

EL REFECTORIO NUEVO DEL MONASTERIO DE FITERO: METAMORFOSIS


REFECTORIO MEDIEVAL
(DEBAJO DE LA BIBLIOTECA)

Todavía se conserva el recinto del refectorio medieval que sirvió de comedor a los monjes de la Abadía cisterciense de Fitero hasta las postrimerías del primer decenio del siglo XVII. Por supuesto, está horriblemente destrozado por los diversos usos y abusos de que fue objeto, especialmente a partir de la exclaustración definitiva de los frailes, a finales de 1835.

Se trata de un espacioso local rectangular de 20 metros de largo, 8 m. de ancho y 5 m. de alto. Es perpendicular al claustro bajo, en su galería meridional y, en el siglo XVI, tenía cinco puertas: dos al norte, una al sudeste, otra al nordeste y otra al poniente; casi todas actualmente cegadas. Su iluminación diurna estaba asegurada por 12 ventanales abocinados: seis al este y los otros seis, al oeste, de los que sólo resaltan hoy cinco orientales. En el muro interior del tramo cuarto de dicha galerlía, se observa una puerta cegada, en la que se abrió posteriormente una pequeña ventana conbarrotes, desde la que se ven los predichos ventanales del este. Por dicha puerta, se salía antiguamente a coger agua del inmediato pozo del jardín y también al lavabo en el que se lavaban los frailes las manos, antes de comer.

De acuerdo con el plano tradicional de los monasterios cistercienses la presidencia abacial del viejo refectorio debió estar pegada a la parte central del muro meridional del recinto, mientras que el púlpito del lector debió estar empotrado en el muro occidental, entre los ventanales centrales del mismo. A este viejo comedor se refieren, sin duda, dos pequeños trabajos, realizados entre 1585 y 1592, por el carpintero ensamblador, Diego Pérez de Vidargoz, consistentes en dos yugos pequeños para dos campanillas del Refectorio y en las soteras de las mesas (1).


REFECTORIO NUEVO (CINE CALATRAVA)

Pero pasemos a ocuparnos ya del Refectorio Nuevo. Según se desprende de la disposición 35 del total de las 49, tomadas por el Visitador del Monasterio, Fray Luis Alvarez de Solís, en 1571, el Refectorio Nuevo había sido ya comenzado en la 2ª mitad de la década de 1560‑70, durante el abadiazgo del calamitoso fraile y benemérito constructor, Fray Martín de Egués y de Gante (2); pero, aun cuando este abad vivió hasta 1581, no logró verlo terminado, porque el mismo Visitador pospuso su terminación a la de la sacristía, hospedería y dormitorio (3). Tampoco lo terminaron, en sus cortos espacios abaciales, el mismo Fray Luis Alvarez de Solís (1582‑85) y Fray Marcos de Villalba (1590‑91), y el que, por fin, lo remató fue Fray Ignacio F. de Ibero, durante su periodo abacial de 1592 a 1612. Ignoramos los nombres de los canteros que arrancaron los bloques de piedra de las Peñas del Baño y labraron los sillares, utilizados en esta construcción, así como el nombre del arquitecto que la planeó y dirigió: omisión esta última corriente en hs Anales del Cister, cuando se trataba de Hermanos conversos, entre los que hubo estupendos arquitectos y aparejadores de obras. En todo caso, sabemos los nombres de los artesanos que terminaron el Refedorio Nuevo e incluso las sumas de dinero que cobraron por sus trabajos. En el Archivo de Protocolos de Tudela, encontramos un contrato, firmado en el Monasterio, el 20 de febrero del año 1604, de una parte, por el Abad Fray Ignacio F. de Ibero y el fabriquero Fray Miguel Gil (se llamaba fabriquero al monje encargado del cuidado de la fábrica o edificio de la iglesia del convento), y de otro parte, por el arquitecto en madera, Esteban Ramos, vecino de Rincón de Soto, comprometiéndose éste a realizar toda la obra de carpintería del nuevo comedor. El contrato constaba de 14 cláusulas no numeradas, cuyo resumen esencial es el siguiente (las frases entrecomilladas están tomadas literalmente de la escritura original):

1) Ramos haría "los asientos, mesas y respaldos del Refertorio", rodeando todas las cuatro paredes con los dichos respaldos y asientos, excepto donde fuere menester puertas y ventanas".

2) Construiría 10 mesas: "cuatro a cada lado del Refertorio, una en el testero y otra en los pies".

3) Cada mesa tendría a cuatro pilares por pies y, en la parte de abajo, cuatro cajoncitos corredizos".

4) "A las mesas, por la parte de afuera, se les ha de poner una tabla con que se cubrirán los cajones".

5) "En el suelo ha de haber un estrado de medio pie de alto, y de ancho, lo que salga más de
la media mesa, porque en este estrado, han de estar asentados los cuatro pies de la mesa".

6) Las mesas tendrían "a nueve pies y medio de largo" (o sea, unos 2,70 metros de longitud) y serían de nogal.

7) En esta cláusula, se hacían algunas observaciones sin importancia sobre la hechura de
las mesas y el espacio que se dejaría libre entre ellas.

8) Los escaños y respaldos serían de pino y "en los respaldos hayan de llevar los tableros pilastras y frontispicios y pirámides, toda la labor y semblaje que esté en la traza".

9) Se harían dos puertas, "a los dos lados de la mesa abacial" y una ventanilla de comunicación con la cocina, con "sus semblajes y bastimiento; y en el bastimiento, su molduras".

10) "Los asientos tendrían 9 pies de altura (unos 2,36 metros), desde el estrado hast la cornisa, con el frontispicio".

11) El Monasterio suministraría a Ramos la madera necesaria aserrada, así como el clavazón y otros materiales, menos las herramientas.

12) Pors u obra, se pagarían a Ramos, a plazos, 400 ducados de a 11 reales en moneda de Navarra (4.900 reales de plata) .

13) La obra estaría acabada para finales de agosto o para septiembre de 1604.

14) Las mesa del testero y de los pies serían más largas, a ser posible, que las otras (4).



Al año siguiente de este contrato, se firmó otro el 7‑XII‑1605, por el nuevo fabriquero, Fray Bernado Pelegrin y los maestros de abañileria, Pedro Piziña y Baltasar de León, vecinos de Tarazona.  Consta de siete apartados:

1 ) Los dos oficiales de albañilería, con objeto de rebajar el suelo del Refectorio, "asi del viejo como del que se añade agregarían a las cuatro columnas que sustentan la bóveda y el edificio de arriba, "cinco cuartas de vara de medir paño, de piedra del Baño", de la manera que se detalla a continuación:

2) Si la parte del suelo en que se asentarían las basas de la columnas, no tuviese "fundamento firme", lo harian los oficiales, a costa de la fábrica;

3) Fray Bernardo Pelegrin les daria la madera necesaria, "para resçevir la máquina de arriba, que carga sobre las columnas";

4) Los oficiales abrirían en la pared d Refertorio, hacia la parte que cae a Patio", una ventana de tres cuartas en cuadro;

5) Traerían a su costa la piedra de las columnas y pondrían la cal necesaria, labrándolas y asentándolas, y harían andamio;

6) La obra se empezaría el lunes, 14 de Diciembre, continúandola sin interrupción.

7) El P. fabriquero fabriquero les pagaría en total 50 ducados de a 11 reales en m. de Navarra (550 reales de plata), abonándoles a cuenta diversas sumas, a medida que fuesen haciendo la obra y acabándoles de pagar el día en que la terminasen.

Firmaron la escritura como testigos Esteban Ramos, vecino de Rincón de Soto; Joanes de Arroqui, natural de Labayen; y Miguel Francés, de Villalobos (5). La obra estuvo terminada el 19 de enero de 1606, en cuya fecha les pagó el fabriquero lo que restaba de los 50 ducados.
  
En 1607, el piso del flamante comedor fue enlosado con azulejos, traídos por Juan de Arcos, vecino de Aguilar, quien, en una declaración lirmada el 4 de enero de dicho año, dice haber recibido por ello del fabriquero, Fray Bernardo Pelegrín, 400 reales de plata (6).

El Refectorio Nuevo tuvo, como el Viejo, un púlpito empotrado en el muro occidental, desde el cual el lector de turno leía, en voz alta, durante las comidas, pasajes de la Biblia y de los Santos Padres. Junto a la puerta, había una campana para llamar a los monjes a comer; y la presidencia abacial estaba cabe la parte media del muro meridional.
  
Con el transcurso del tiempo, el Refectorio Nuevo hubo de sufrir algunas reparaciones, como el derribo de una torre arrimada a él, así como el trastejado, de los que se habla en un contrato del 23‑V‑1635, firmado en el  Monasterio por el Abad, Fray Plácido del Corral y Guzmán y los maestros albañiles de Aldeanueva de Ebro, José y Juan Ruiz, para la construcción del corredor de Arquillo y de otras obras importantes, por un precio total de 2.500 reales, que se les iría pagando a plazos, conforme fueran trabajando, y "el día que acaben, fin de pago" (7).
  


EI RefectorioNuevo continuó ya sin arreglos ni cambios importantes hasta la expulsión definitiva de los monjes en 1835. Por eierto que, en el Inventario que se hizo entonces, se anotaron como pertenencias del comedor más de un centenar de objetos: entre ellos, 5 vidrieras, 11 mesas principales de pino, 6 bolellas, 12 pares de vinajeras, la campana de la puerta de entrada, 11 albornias (vasijas grandes de barro vidriado, a manera de tazones), 15 servilletas, 6 jarras, 11 manteles y otras pequeñas cantidades de efectos de uso corriente (e). Evidentemente no era toda la dotación del Refectorio; pero téngase en cuenta que, desde que Mendizabal dictó el famoso decreto de extinción de las órdenes monásticas, el 11 de ocubre de 1835, hasla el 13 de noviembre, en que se comenzó a realizar el Inventario, los monjes y sus allegados tuvieron tiempo de sobra para retirar ‑y no es un reproche, sino una explicación‑ todos los objetos que quisieron.
  
Durante los ocho años siguientes, el Monasterio estuvo prácticamente clausurado y el 15 de diciembre de 1845, don Juan Miguel Barbería se quedó con el Refectorio Nuevo, en subasta pública, por 400 reales de vellón (9). A continuación, el señor Barbería empezó a utilizarlo como almacén de los 1.092 robos de trigo anuales que comenzó a percibir del vecindario, como censor enfiyéutico perpetuo, obtenido el mismo año, en otra subasta anterior, celebrada el 26 de mayo. Fue la 1ª metamorfosis del comedor de los frailes.

Ya, a principios del siglo XX, el farmacéutico, don Fernando Palacios Pelletier, último administrador de los herederos de don Juan Miguel Barbería, transformó el almacén en teatro, con el nombre de Teatro Calatrava. Fue la 2ª  metamorfosis. Su estado era astroso y desastroso, por lo que, a comienzos del 2º decenio del siglo actual, lo puso en mejores condiciones, rebautizándolo con el nombre de Teatro Moderno. En el capítulo IX de nuestra MISCELANEA FITERANA, nos ocupamos de las compañías teatrales que desfilaron por su escenario. Pero he aquí que al Teatro Moderno le salió pronto un fuerte competidor: el Teatro Gayarre, construido ex‑profeso en el nº 99 de la calle Mayor e inaugurado en 1915. En consecuencia el Teatro Moderno pasó a mejor vida, o mejor dicho, a peor, convirtiéndosede nuevo en almacén; pero no del trigo de los censos de Barbería, sino de las yerbas medicinales, qus recogía, guardaba y trituraba, después de secas, el empleado Sixto Yanguas Grávalos, para la farmacia de don Fernando Palacios. Fue la 3ª  metamorfosls del Refectorio Nuevo de los monjes. En los comienzos de la década de los 50, sufrió un nuevo avatar, convirtiéndose en sala de baile, durante las fiestas de la Virgen de la Barda. Se trataba del famoso Salón Terpsícore ‑la musa de la danza‑, bautizado así por su nuevo propietario, don Fausto Palacios, heredero de su padre, don Fernando. Fue la 4ª metamorfosis. En 1953, el Teatro Gayarre, muerto ya su propietario sin sucesores directos, cerró definívamente sus puertas, y entonces don Fausto Palacios, al no tener ya competidor en este terreno, se decidió a erigir el Teatro‑Cíne Calatrava, que fue inaugurado el 10 de abril de 1955. Fue la 5ª metamorfosis del antiguo Refectorio monacal. Vale la pena señalar que, en esta transformación, se conservaron, como siempre, las paredes maestras y la bóveda antigua del Refectorio, reduciéndose, en el aspecto arquitectónico, a convertir en un vestíbulo con ambigú, la vieja cochera que se había adosado, en el muro sur, a la antigua cabecera del Refectorio; a levantar dos pisos nuevos sobre este vestibulo; a construir la fachada que da al Paseo de San Raimundo; a trasladar el escenario del Teatro Moderno, que, hasta entonces, había al sur del recinto, al muro norte del mismo; a abrir las puertas de acceso al vestíbulo y al salón, y a renovar el pavimento y el tejado. Se encargó de la albañilería Alfonso Fernández Ortega; de la carpinteria, Carmelo Fernández Vergara; de la pintura, Domingo Carrilb; de la escayolería. el tudelano José Calonge, y de la instalacón eléctrica, el corellano Copus Izal.



Mientras vivió don Fausto, el teatro‑cine Calatrava conoció un periodo de relativo esplendor y otro final de franca decadencia, por lo que, al morir don Fausto en enero de 1975, su viuda doña María Chivite, vecina de Cintruénigo, lo cerró y lo puso en venta. Pero pasaron seis años y pico sin que apareciese ningún comprador y entretanto se convirtió en un inmueble abandonado, tenebroso y sucio, en el que las ratas y los gamberros hicieron destrozos a granel. Fue la 6ª metamorfosis. Este periodo desastroso duró hasta 1981, en que el Ayutamiento de Fitero lo compró a la viuda de don Fausto, por 3 millones de pesetas, restaurándolo a continuacón. Esta vez, se encargó de la albañilería Jesús Sainz; de la pintura, José Andrés; de la carpintería, los hermanos José y Domingo Yanguas, y de la iluminación eléctrica, Jesús Ayala. Fue la7ª y úlima metamorfosis. Al menos, hasta hoy.

 NOTAS
 
1) Miguel deUrquizu, Protocolo de 1592, f. 495 y siguientes. A.P.T., Sección de Fitero.
2) A.G.N., sec. Monasterio‑Fitero, n º  404, 2º  Cuaderno, ff. 317 v: 321. Una copia testificada de estas Disposiciones, hecha porMiguel de Urquizu, el 28‑V‑1611, se encuentra también en el A.P.T.de este año.
3) Idem, ibidem, Disposición 35.
4) Miguel de Urquizu, Prot. de 1604, FF. 36‑37. A.P.T.
5) Idem, Protoc. de 1605, t. 67. A.P.T.
6) Idem, Protoc. de 1607, f. 27. A.P.T.
7) Idem, Protoc. de 1635, ff. 61‑62. A.P.T.
8) Celestino Huarte, Protoc. de 1835, Inventario del Monasterio, f. 129. A.P.T.

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Este texto fue publicado en la Revista Fitero (1990).


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